Itinerario línea 10 completado: Plaza de España - Cuatro Vientos, Cuatro Vientos - Ronda de la Comunicación
Por fin llegó el momento de hacer la temida línea 10. No pude aguantar más, y ayer por la tarde, a pesar de que ya eran más de las 5, me lié la manta a la cabeza y me propuse hacer la 10 entera (en zona A, claro) aunque me dieran las 2 de la madrugada. Y así fue. Llegué a casa a las 2 menos 10
Paso a resumir el camino y la experiencia:
Eran las 5 y 20 cuando salía de casa, la Elipa. El calor era absolutamente infernal a esas horas. El primer paso era enlazar con la línea 10 en Plaza de España, el punto más próximo a mi casa para hacer primero el tramo sur de línea. En una hora larga aterrizo en Plaza de España y me encamino cuesta abajo hacia Príncipe Pío, el río Manzanares y el otro lado, Paseo de Extremadura arriba esta vez. Pero resulta que una vez en Alto de Extremadura (recorrido de la línea 6 del otro día) aún queda mucho, mucho Madrid siguiendo recto el Paseo de Extremadura. De hecho, no es hasta el km 10 de la A-5 aproximadamente que ya las aceras se desvanecen y la delgada línea que separa Madrid de Alcorcón se impone inexpugnable. Hasta entonces, metros y más metros de monótona carretera con un calor insoportable. Con continuos tragos de agua y cambios de la misma al canario. Pero no pasa nada, porque el destino parcial se acercaba: Cuatro Vientos ya estaba ahí.
Para otras ocasiones quedará comprobar si se puede llegar andando sin ir por el arcén de la A-5 a Alcorcón. Hoy quedaba mucho tajo todavía. Media vuelta en Cuatro Vientos y vuelta por donde hemos venido... hasta llegar al desvío de la carretera de Boadilla, que tantas veces me llevó a el Tiemblo, donde siguiendo el mismo camino exacto de la línea 5, aterrizo en Casa de Campo. Curioso, aquella vez era para alcanzar la meta final de mi recorrido. Esta vez, apenas el comienzo de una línea que termina más allá de las 4 Torres. Sin embargo, eran ya más de las 8: más tarde que aquel día. Ironías de la vida.
Ahora tocaba adentrarse dentro de la Casa de Campo, atravesando zoo y parque de atracciones. Batán y Lago. Así alcanzamos de nuevo Príncipe Pío y Plaza de España. Mismo lugar. 3 horas más en el reloj.
Ahora empieza lo bueno. Cerca de las 10 de la noche. Gran Vía para arriba, pero no para volver a casa, sino para subir más allá de las Kio, de las 4 Torres y de mi misma oficina. Enfilo Fuencarral (no, la estación "aún" no, es solo la atestada calle comercial), desemboco en Alonso, y pillo al fin la prestigiosa Castellana. Desde Gregorio Marañón hasta Plaza Castilla, pasando por el estadio de los blancos. Se confirma una vez: lo que desfila más rápido ante mis ojos - y mis piernas - el núcleo urbano de Madrid (Plaza de España - Plaza de Castilla). Una vez bajo las torres inclinadas, hago la "tontería" de desviarme de la Castellana para pasar por la estación de Chamartín, también de la 10 (manías mías perdonadme). A punto estoy de perderme un poco antes de vovler a salir a la Castellana a la altura de las Torres, no sin el consabido campo través plagado de homeless.
Una vez a la altura de la Paz, cruzo la M-30 (o el entramado de carreteras conocido como nudo Norte) no por el hospital como acostumbraba a hacer cuando hacía una visita a la Vaguada, sino por la acera de en frente según subes, justo bordeando la piscina de la EMT (canto a los viejos tiempos).
Ahora me adentro en el barrio de Fuencarral - creo - que tiene toda la pinta de un pueblo independiente de Madrid. Pero es Madrid, el distintivo de los rótulos de las calles lo atestigua. Prosigo hacia el barrio de reciente acuñe Montecarmelo, no sin antes meterme literalmente por un cruce no peatonal de carreteras. Menos mal que me acompañaba la hora: un domingo a las 12 de la noche no suele haber mucho tráfico. Así consigo llegar a Montecarmelo, y es aquí donde la línea 10 pega un giro brusco para meterse en las Tablas, otro de los barrios de nuevo acuñe.
Pero aquí llego al tramo que más temía desde las lejanas 5 de la tarde en que salí de casa: el túnel de anillo verde ciclista que une las Tablas con Montecarmelo, de unos 500 metros y totalmente desierto. Tantas veces lo crucé en bici, e incluso alguna andando, pero nunca a estas horas. Sin embargo, temores infundados porque allí no había ni hálito de sospecha. Una vez al otro lado, ya estaba hecho.
Triunfal pasé por delante de mi oficina, donde a plena luz del sol me tiro las mañanas muertas, seguí en el paseo que debería darme a diario de no tener coche para volver en metro a casa, y así alcancé el metro de las Tablas, comienzo a su vez del ML1 (para otro día, sí).
Y ya, para poner la guinda al pastel, enfilo la avenida que tantos días han pisado mis neumáticos, para acabar en la entrada del "nuevo" complejo de Telefónica: 4 imponentes edificios de cristal donde miles de personas literalmente "viven" - atrapados o no, ya es cuestión moral - desempeñando sus variopintos cargos en el gigante de la telefonía en España y parte del extranjero. Interesante analogía podría hacerse con un castillo medieval con sus mazmorras y todo, porque tardé 15 minutos de reloj en llegar a su núcleo y alcanzar la boca de metro. La última. A pesar de la absoluta soledad, 3 guardias de seguridad la custodiaban. Cuánta buena falta harían esos guardias en tantos sitios...
Y, evocando aquella tarde domingo de hará unos 7 años en la que emergí de esa misma boca sobre las 9 de la noche con La paz de tus ojos de LOVG en los oídos, y el único objetivo de llegar como pudiera a reencontrarme con la civilización en mente, me sumerjo tras 8 horas de travesía en las profundidades del subterráneo. 1 de la madrugada.
Tardes de domingo raras. Malos tiempos, buenos tiempos.
Esta vez, Aves de paso de Sabina en los oídos. Una picarona sonrisa de incertidumbre en la mente. Aún no sabía si llegaría a tiempo a todos los metros, o si se me cerraría la puerta en las narices.
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