sábado, 8 de junio de 2013

La canción más preciosa del mundo

La verdad, ya no sé cuál será la canción más preciosa del mundo...

Quizá me la han robado, quizá se volaron los papeles con la tinta de sus letras por aquella ráfaga devastadora que los mandó directamente a mitad del Océano Pacífico, al otro lado del mundo.

Quizá me faltó inspiración para escribirla, inspiración para cantarla. Quizá mi mente se empeñó en no cumplir con su papel. Mente en blanco, exactamente del mismo color que mi papel. Ese que descansa delante de mis ojos, sobre mi escritorio, llenándose de lágrimas de desesperación. Porque nunca me gustó el blanco impoluto.

Quizá se destintó mi boli, y no pude seguir. Me quedé a medias, todo se emborronó, tornando ese blanco impoluto que tan poco me gustaba en un negro impoluto que me gusta aún menos.

Quizá sí está escrita, mas escondida en alguna cueva profunda y oscura, allá por Nueva Zelanda, esperando a que algún intrépido la rescate de dentro de esa botella cerrada con corcho. O esperando a ser olvidada para siempre por los pocos locos que ya quedamos.

Quizá no existan esas cosas, y sean tonterías y anhelos de loco, del loco que de poco se olvida. De un loco como yo, que espera verte en la playa dentro de 50 veranos, junto al mar, al cielo y a quien me trajo a ti aquel frío día de invierno.

Quizá no pueda capturarse nuestra historia en tan solo un segundo. Ese segundo que dura la primavera. Y yo sin saberlo.

Quizá halla que enumerar como Sabina hasta quedarse solo, para después escupir sobre tu tumba...

Quizá me lo juegue al 7 de copas, o se lo pida a la lámpara del genio. Total, quizá todo sea un maldito sueño. Nunca fui de amuletos. No me hicieron falta. Si acaso de algún abrazo disimulado entre la penumbra y la niebla.

Quizá las promesas nunca se cumplen, y están para quedar bien en las canciones, las pelis y los libros. Quizá sí se cumplen en esas obras que nunca se escriben.

Quizá esté desbarrándome y quedando atrapado entre estas dos canciones... preso entre las dos hojas con sus letras impresas. Esclavo de su tinta, impregnada para siempre en aquellos folios en blanco. O quizá nunca impregnada, quizá existan solo en mi imaginación.

Quizá ya no exista esa canción tan hermosa, como para serlo por encima de todas las demás. Esa canción tan bonita, que reina en el mundo entero. Quizá fue escrita, pero jamás cantada. Quizá no fue tan siquiera escrita.

Quizá a los locos nos llegó la hora de resignarnos y aceptar nuestra locura.

O quizá nos llegó la hora de rendirnos y volvernos cuerdos de repente. :(

No me importa. No me importa todo esto. Acabo de escuchar ambas canciones. La Oreja de Van Gogh - con Amaia - y Joaquín Sabina corren por mis venas. Seguiré cantando la canción más preciosa del mundo. Quizá no necesite papel ni boli. Quizá no necesite encontrarla en ningún sitio.

Porque quizá la lleve dentro de mí.







Para la que siempre será mi esposa soltera