viernes, 26 de julio de 2013

Itinerario línea 2

Itinerario línea 2 completado: la Elipa - Las Rosas, Las Rosas - Cuatro Caminos, Cuatro Caminos - la Elipa







¡¡Y al fin llegó mi línea!! Fin de semana completito, en el que había que "prepararse" mínimamente para la que se avecina. Como esta es la línea más corta de la red (quitando la 11), aumenté un pelín el desafío haciéndola completa de ida y vuelta. 14 km que se convirtieron en 28 (en realidad 33 o 34, según el GPS) por un apacible paseo por zonas siempre cercanas y conocidas a mi barrio. 

Comencé enfilando Marqués de Corbera, buque insignia de la Elipa junto con el famosísimo - en todo Madrid y parte del extranjero - dragón. Primero tocaba llegar hasta el vecino barrio de las Rosas, donde se prolongó el Metro en la última ampliación, pasando por la valla del cementerio de la Almudena. Luego en las Rosas hay hasta tres paradas de Metro: Alsacia, que está donde el Carrefour de la Rosas, buque insignia de este barrio (lo siento, no hay comparación entre buques...); Avenida de Guadalajara y las Rosas. Voy especialmente lento hasta allí, perdido en mi nube gris de pensamientos, me doy media vuelta y otra vez a pasar por mi barrio.

Para un paseo que se prometía tranquilo, sin prisas y sin incidentes se pone a llover con rabia. Típica tormenta de verano. Y yo sin paraguas y en tirantes. Pero mejor. El cielo y el tiempo están acordes a mi estado de ánimo. Un fin de semana intenso deportivamente pero duro para la mente. El pasado agita sus flecos y atiza fuerte. Pero no me rindo y sigo adelante, el camino esta vez no será largo.

Aprovechando que tengo que pasar de nuevo prácticamente por delante de mi portal, subo a casa a por un paraguas, que no tardo en agradecer al caer aún más fuerte a mi paso por la Puerta de Alcalá. Mírala, mírala, y déjala de mirar que llueve muy fuerte. Es hora de llegar a Sol, y, una vez más subir hacia Plaza Castilla. Ahora por San Bernardo y el tramo de Bravo Murillo que me quedó el día anterior hasta llegar y quedarme en Cuatro Caminos. Aunque más que quedarme, dar media vuelta para volver por donde había venido. Pensaba darme una buena comilona para cerrar el finde y la semana, pero decidí hacerlo ya en casa con la socorrida comida a domicilio. Probé la del Foster, e igual de rica que en sus restaurantes. Una delicia de hamburguesas.

Y aquí lo dejo, que me comí la hamburguesa viendo la primera peli de la trilogía Before, y quiero ver la segunda antes de partir mañana. La tercera habrá de esperar, al otro lado del túnel...

Seguimiento GPS (a partir del km 33 aproximadamente, que termina en mi casa, el resto del trazado sobra, se quedó pillado el Endomondo y me contó la ida al trabajo en coche...):

http://www.endomondo.com/workouts/218878213/4090860



Itinerario línea 1


Itinerario línea 1 completado: Puente de Vallecas - Valdecarros, Valdecarros - Pinar de Chamartín







Quizá sea este momento de ocuparse de otros asuntos. Ya estamos en la víspera de la gran aventura, a escasas horas de salir para la primera etapa de Manzanares el Real. Pero si dejo la publicación de las dos últimas líneas de metro para mi vuelta, a saber qué es ya de ellas en mi cabeza...

Este fin de semana pasado, que era el último que pasaría en Madrid antes de partir para el Camino, decidí darme sendas caminatas sábado y domingo, por aquello de hacer una burda simulación del tema de andar varios días seguidos. Así pues, el sábado le tocó el turno a la línea 1, la vallecana por excelencia. El domingo, bastante más relajado, le tocaría el turno a la mía, a la 2.

En general, y después de haber hecho la 10 hace un par de semanas, el recorrido no supuso ningún problema para mi, salvo quizá el hecho de la excesiva prisa que llevé todo el rato, pues salí sobre las 4 y media de la tarde, y tenía planeado salir por la noche para "despedirme" también de la vida nocturna por una temporada. 

Así pues, cogí con mucho ímpetu el trayecto hasta Vallecas, atravesando Moratalaz y recordándome al que tantas veces he hecho en coche para ir a mi peluquero o visitar a mi abuela. Probablemente sea de los caminos hecho en coche más transitado por mi, aunque no fuera aún como conductor. Seguí avasallando por la Albufera, yo creo que igualando mi propia velocidad por esta avenida en la San Silvestre Vallecana: con la lengua fuera y demasiado lento para estar corriendo (es cuesta arriba y son los 2 últimos kms de carrera); a un paso imparable para estar andando (acababa de salir, con mucho ímpetu y llevaba prisa).

Sin embargo, ritmo tan alto me pasó factura, y fue al llegar al primer destino parcial: Valdecarros. El calor por el desierto que es el Ensanche de Vallecas a esas horas del día y la inusitada distancia y aspereza del paisaje me pulverizaron y la vuelta hasta el Puente de Vallecas fue lenta y penosa. Recobré fuerzas, una vez más, entrando ya en el cordón central de Madrid, y llegué a Atocha con nuevos bríos. Una vez más, la impresión de que el núcleo central de Madrid es el que más rápido y llevadero de hace. En un pispás me coloco en Gran Vía, y de ahí ya subir hasta la Plaza Castilla no era gran cosa. Sobre todo después de hacerlo por segunda vez en estos trayectos, tras la experiencia por la Castellana de la línea 10, un domingo una o dos horas más tarde y con mucho más camino por delante. Esta vez el ascenso fue por la paralela Bravo Murillo, compartiendo el tramo de la atestada y comercial (ambos adjetivos suelen ser sinónimos) calle Fuencarral.

Una parada en Cuatro Caminos a comprar la cena en un Carrefour (no había tiempo para zarandajas, ni cena en casa ni en restaurante ni nada; compra rápida y comida sobre la marcha) y me planto en Plaza Castilla. Esta vez, casi el final de trayecto. Tramo compartido con la 10 hasta la estación de Chamartín, y en esta ocasión dejar de lado el descampado de homeless para atravesar la estación y al otro lado alcanzar Bambú y, desembocando en la majestuosa Arturo Soria, la meta, Pinar de Chamartín.

Vuelta a casa en metro (harto del azul claro, me cogí la 4 con transbordo en Goya). Ducha, pequeño arreglo y a despedirse de la vida nocturna en el Moondance. Igual de divertido e igual de simplón que siempre.

Lo primero es lo primero, y, si algún día vuelvo de esta inminente aventura y vuelvo a andar, aún me quedan la 4, la 8 y la 9, pero parece viable "hacer transbordos", tipo Valdecarros - Pinar de Chamartín (línea 1), Pinar de Chamartín - Argüelles (línea 4). En realidad se continúan y ambas forman una superlínea 1+4. Quién sabe...

Os dejo el seguimiento GPS:

http://www.endomondo.com/workouts/218878213/4090860



jueves, 11 de julio de 2013

Itinerario línea 10

Itinerario línea 10 completado: Plaza de España - Cuatro Vientos, Cuatro Vientos - Ronda de la Comunicación




Por fin llegó el momento de hacer la temida línea 10. No pude aguantar más, y ayer por la tarde, a pesar de que ya eran más de las 5, me lié la manta a la cabeza y me propuse hacer la 10 entera (en zona A, claro) aunque me dieran las 2 de la madrugada. Y así fue. Llegué a casa a las 2 menos 10 
Paso a resumir el camino y la experiencia:

Eran las 5 y 20 cuando salía de casa, la Elipa. El calor era absolutamente infernal a esas horas. El primer paso era enlazar con la línea 10 en Plaza de España, el punto más próximo a mi casa para hacer primero el tramo sur de línea. En una hora larga aterrizo en Plaza de España y me encamino cuesta abajo hacia Príncipe Pío, el río Manzanares y el otro lado, Paseo de Extremadura arriba esta vez. Pero resulta que una vez en Alto de Extremadura (recorrido de la línea 6 del otro día) aún queda mucho, mucho Madrid siguiendo recto el Paseo de Extremadura. De hecho, no es hasta el km 10 de la A-5 aproximadamente que ya las aceras se desvanecen y la delgada línea que separa Madrid de Alcorcón se impone inexpugnable. Hasta entonces, metros y más metros de monótona carretera con un calor insoportable. Con continuos tragos de agua y cambios de la misma al canario. Pero no pasa nada, porque el destino parcial se acercaba: Cuatro Vientos ya estaba ahí.

Para otras ocasiones quedará comprobar si se puede llegar andando sin ir por el arcén de la A-5 a Alcorcón. Hoy quedaba mucho tajo todavía. Media vuelta en Cuatro Vientos y vuelta por donde hemos venido... hasta llegar al desvío de la carretera de Boadilla, que tantas veces me llevó a el Tiemblo, donde siguiendo el mismo camino exacto de la línea 5, aterrizo en Casa de Campo. Curioso, aquella vez era para alcanzar la meta final de mi recorrido. Esta vez, apenas el comienzo de una línea que termina más allá de las 4 Torres. Sin embargo, eran ya más de las 8: más tarde que aquel día. Ironías de la vida.

Ahora tocaba adentrarse dentro de la Casa de Campo, atravesando zoo y parque de atracciones. Batán y Lago. Así alcanzamos de nuevo Príncipe Pío y Plaza de España. Mismo lugar. 3 horas más en el reloj.

Ahora empieza lo bueno. Cerca de las 10 de la noche. Gran Vía para arriba, pero no para volver a casa, sino para subir más allá de las Kio, de las 4 Torres y de mi misma oficina. Enfilo Fuencarral (no, la estación "aún" no, es solo la atestada calle comercial), desemboco en Alonso, y pillo al fin la prestigiosa Castellana. Desde Gregorio Marañón hasta Plaza Castilla, pasando por el estadio de los blancos. Se confirma una vez: lo que desfila más rápido ante mis ojos - y mis piernas - el núcleo urbano de Madrid (Plaza de España - Plaza de Castilla). Una vez bajo las torres inclinadas, hago la "tontería" de desviarme de la Castellana para pasar por la estación de Chamartín, también de la 10 (manías mías perdonadme). A punto estoy de perderme un poco antes de vovler a salir a la Castellana a la altura de las Torres, no sin el consabido campo través plagado de homeless.

Una vez a la altura de la Paz, cruzo la M-30 (o el entramado de carreteras conocido como nudo Norte) no por el hospital como acostumbraba a hacer cuando hacía una visita a la Vaguada, sino por la acera de en frente según subes, justo bordeando la piscina de la EMT (canto a los viejos tiempos).

Ahora me adentro en el barrio de Fuencarral - creo - que tiene toda la pinta de un pueblo independiente de Madrid. Pero es Madrid, el distintivo de los rótulos de las calles lo atestigua. Prosigo hacia el barrio de reciente acuñe Montecarmelo, no sin antes meterme literalmente por un cruce no peatonal de carreteras. Menos mal que me acompañaba la hora: un domingo a las 12 de la noche no suele haber mucho tráfico. Así consigo llegar a Montecarmelo, y es aquí donde la línea 10 pega un giro brusco para meterse en las Tablas, otro de los barrios de nuevo acuñe.

Pero aquí llego al tramo que más temía desde las lejanas 5 de la tarde en que salí de casa: el túnel de anillo verde ciclista que une las Tablas con Montecarmelo, de unos 500 metros y totalmente desierto. Tantas veces lo crucé en bici, e incluso alguna andando, pero nunca a estas horas. Sin embargo, temores infundados porque allí no había ni hálito de sospecha. Una vez al otro lado, ya estaba hecho.

Triunfal pasé por delante de mi oficina, donde a plena luz del sol me tiro las mañanas muertas, seguí en el paseo que debería darme a diario de no tener coche para volver en metro a casa, y así alcancé el metro de las Tablas, comienzo a su vez del ML1 (para otro día, sí).

Y ya, para poner la guinda al pastel, enfilo la avenida que tantos días han pisado mis neumáticos, para acabar en la entrada del "nuevo" complejo de Telefónica: 4 imponentes edificios de cristal donde miles de personas literalmente "viven" - atrapados o no, ya es cuestión moral - desempeñando sus variopintos cargos en el gigante de la telefonía en España y parte del extranjero. Interesante analogía podría hacerse con un castillo medieval con sus mazmorras y todo, porque tardé 15 minutos de reloj en llegar a su núcleo y alcanzar la boca de metro. La última. A pesar de la absoluta soledad, 3 guardias de seguridad la custodiaban. Cuánta buena falta harían esos guardias en tantos sitios...

Y, evocando aquella tarde domingo de hará unos 7 años en la que emergí de esa misma boca sobre las 9 de la noche con La paz de tus ojos de LOVG en los oídos, y el único objetivo de llegar como pudiera a reencontrarme con la civilización en mente, me sumerjo tras 8 horas de travesía en las profundidades del subterráneo. 1 de la madrugada.

Tardes de domingo raras. Malos tiempos, buenos tiempos.

Esta vez, Aves de paso de Sabina en los oídos. Una picarona sonrisa de incertidumbre en la mente. Aún no sabía si llegaría a tiempo a todos los metros, o si se me cerraría la puerta en las narices.

Itinerario línea 6

Ruta línea 6 completada: Manuel Becerra - Manuel Becerra








Bueno, el otro día, que no disponía de demasiado tiempo y por la noche era la final de la Confe, decidí irme a andar, esta vez a la circular, que son unos 25 km pero que tengo al lado de casa (Manuel Becerra) y al terminar iba a acabar también muy cerquita para poder ver el partido por ahí.

Por esa razón dejé mi antiguo proyecto de hacer la 6 + 11, desviándome en Plaza Elíptica para ello y metiéndome en Carabanchel. Así podría haber despachado las 2 líneas a la vez, porque sino la 11, tan cortita pero al otro extremo de Madrid, me quedaría colgando. Pero como iba justo de tiempo, ya lo haré para otra ocasión (y aprovecho para hacer el recorrido en sentido inverso jeje).

Paso brevemente a describir mi andanza, que completé precisamente con la camiseta del 6 de la selección:

Tras llegar en seguida a Manuel Becerra, enfilo por el Bulevar de los Sueños Rotos, también conocido como avenida del Doctor Esquerdo, que me escupe directamente frente al Planetario (no sin antes pasar por la Zona Cero, a la altura de Conde de Casal).

Sigo sin incidentes por Legazpi y Usera hasta salir finalmente al Paseo de Extremadura, completando exactamente el mismo trayecto que ya hice una de las muchas aciagas mañanas del frío mes de febrero. Esta vez no me quedo en la Casa de Campo, sino que sigo por el Paseo hasta la Riviera y después vienen Príncipe Pío, Plaza de España y Moncloa, centro neurálgico de estudiantes y borrachos por igual. Pero me adentro más en su núcleo, hacia Ciu y Metropolitano. Tras una empinada y agotadora cuesta salgo a Guzmán el Bueno, y ya todo lo que viene es el desenlace final. La "buena" zona de la 6: Nuevos Ministerios, Castellana, Francisco Silvela y de nuevo Manuel Becerra.

La única anécdota reseñable fue que estuve toda la tarde pendiente de la hora para ver el partido de 3º y 4º puesto de la Confe a las 9. Resulta que era a las 6 y que cuando me puse a buscar un bar para verlo estaba vengándose Italia en los penaltis. En fin, que me quedaba tiempo de sobra hasta la espantosa final para darme una merecida recompensa en forma de hamburguesa. Completa. Lo que no sabía aún era el completo desastre que nos quedaba por presenciar ese día pasada la medianoche.

Ya van quedando menos líneas. Y el contador de vida de los tiempos nefastos va llegando a su fin.

miércoles, 10 de julio de 2013

Itinerario línea 3

Completado itinerario línea 3: Sol - Moncloa, Moncloa - Villaverde Alto.




Y aquí sigo completando líneas de metro a pata. En esta ocasión fue el turno de la línea 3, algo más cortita, aprovechando que tenía un hueco la tarde del sábado, y que tampoco me iba a poder tirar muchas horas caminando. Salí de casa más bien tarde, ya que esta vez me fui sin haberlo planeado antes. A eso de las 5 y algo. Tras llegar a Sol (por supuesto andando) y hacer unas compritas improvisadas por allí, inicié la ruta de metro propiamente dicha desde allí hacia Moncloa, ese trayecto que tantas
otras veces habré hecho cuando he decidido acudir al lugar de las fiestas nocturnas por excelencia andando. No creo que fueran más de las 7 o 7 y algo. Tras llegar a Moncloa y hacer la foto de rigor, enfilé de nuevo Princesa para desemboccar otra vez en la Gran Vía y en Sol, continuando esta vez más allá, hacia el sur de Madrid. La caminata atraviesa toda la
Avenida de Andalucía, preámbulo de la A-4, pasando por el Doce de Octubre y terminando en la estación de San Cristóbal, uno de los muchos límites de nuestra ciudad. Aquí no puedo evitar contar la anécdota que me pasó al llegar a San Cristóbal, cuando solo queda la última estación, Villaverde Alto, para la que se debe girar a la derecha y meterse
profundamente en el barrio de Villaverde, pues queda bastante alejada de la Avenida de Andalucía. Ahí va.

"Villaverde. Uno de los barrios con peor fama de Madrid. Polígono industrial de Villaverde. Sábado. 10 de la noche. Oscuro casi de noche.
Ni un maldito alma en 10 km a la redonda. El ruido de un coche se aproxima por la calle a mis espaldas. De pronto, el ruido pierde fuerza.
El coche pierde velocidad. Cuanto más se acerca más despacio va. Efectivamente. Se para junto a mi. Ventanilla del copiloto bajada, descubro en su asiento a un muchacho mulato, de unos 15 años poco más o menos. Hacía muchos años que no sentía tanto miedo por mis posesiones materiales."

En fin, quizá debería tomar alguna que otra precaución más a la hora de elegir barrios, calles y horas del día. El fin de la historia es feliz. El conductor, español y con al menos la edad mínima para conducir, me pregunta por el Mercadona más cercano. Yo no soy de allí, pero no lo digo claramente y dudo, porque había visto el Mercadona antes. No me acerco demasiado al coche, la conversación dura como cosa de un minuto, hasta que dan media vuelta siguiendo mis indicaciones y desaparecen. El respiro de alivio tuvisteis que oírlo, estuvierais donde estuvieseis. Aún quedaba la sorpresa final: el trayecto final que me quedaba hasta el metro de Villaverde alto, estaba literalmente plagado de lumis. Tres por esquina, a lo menos. Cuasi-desnudas. En tanga y sujetador, o tanga y tetas. La casa de campo es un jardín de infancia en comparación con lo que hay allí. Vino a mi memoria Sin City y el barrio de las putas. Atravesando toda esa ola de inmundicia, llegué a la estación de metro, el metro que creo que he cogido con más ganas de toda mi vida.

Todavía quedaba llegar a casa, ducharse y arreglarse para salir a Cats, de nuevo cerca de Moncloa. Esta vez en metro. Quizá si hubiera evocado con más ahínco estos recuerdos que ahora escribo mientras sonaba Juan Magan, habría sacado valor de sobra para entrarle a cualquiera. En fin. Otra vez será.

Itinerario línea 5

Completado itinerario línea 5: El Carmen - Alameda de Osuna, Alameda de Osuna - Casa de Campo.




Un recorrido de envergadura similar al que hice hace unas semanas por la línea 7. El calor arreciaba mucho más, eso sí. Y esta vez, por no madrugar, elegí el horario vespertino. Añadiendo unas cuantas vueltas por la Casa de Campo al terminar el recorrido, desembocando en Príncipe Pío comiéndome una buena hamburguesa, y regresando a casa caminando, sumé un total de 8 horas y media: desde las 15.30 hasta las 0.00, llegando al pitido inicial del partido inaugural para España en la Confederaciones. Ah! Y sobrepasé los 40 km, aunque por asuntos de batería no hago un seguimiento GPS de todo el recorrido; además, más vale que el esfuerzo quede impregnado en mi cabeza y espíritu que en una aplicación de móvil).


Itinerario línea 7

Itinerario línea 7 completa: Ascao - Estadio Olímpico, Estadio Olímpico - Pitis




¿Por qué no ir colgando también en el blog las crónicas de estas caminatas? Así le damos un poco más de vida al pobre... ^^

En fin, pongámonos a ello. Después de precedentes caminatas como la de Manzanares el Real, esto se ha antojado un agradable paseo dominguero matutino... en cualquier caso, ¡¡tendré que ir completando líneas!! La 10 parece la que supondrá un poco más de reto, aunque nunca se sabe.

De momento, como digo, agradable paseo matutino por tierras del este, llegando al que se supone que será el futuro estadio de mi equipo - actualmente abandonado, benditas Olimpiadas - , y  dando media vuelta, poniendo rumbo al noroeste de Madrid. Sí, tierras de Nubi, de aquellas chicas tan majas que conocimos al pie de la Vaguada, y que en general me abrieron los ojos a una zona tan maravillosa como desconocida para mi hasta entonces como es la Avenida de la Ilustración (prolongación de la M-30 en realidad), el barrio del Pilar (aún te recuerdo, Pilar) y sitios así.

Desemboco en mi siempre añorado Pitis. ¡Cuánto ha llovido desde que llegué a él por primera vez, con todo tierra y campo! Parece que el entorno se transforma sin pedirnos permiso, o será que nos hacemos mayores sin darnos cuenta...

Como siempre, lo más corto y rápido, el centro y núcleo de Madrid (Avenida de América - Guzmán el Bueno).




sábado, 8 de junio de 2013

La canción más preciosa del mundo

La verdad, ya no sé cuál será la canción más preciosa del mundo...

Quizá me la han robado, quizá se volaron los papeles con la tinta de sus letras por aquella ráfaga devastadora que los mandó directamente a mitad del Océano Pacífico, al otro lado del mundo.

Quizá me faltó inspiración para escribirla, inspiración para cantarla. Quizá mi mente se empeñó en no cumplir con su papel. Mente en blanco, exactamente del mismo color que mi papel. Ese que descansa delante de mis ojos, sobre mi escritorio, llenándose de lágrimas de desesperación. Porque nunca me gustó el blanco impoluto.

Quizá se destintó mi boli, y no pude seguir. Me quedé a medias, todo se emborronó, tornando ese blanco impoluto que tan poco me gustaba en un negro impoluto que me gusta aún menos.

Quizá sí está escrita, mas escondida en alguna cueva profunda y oscura, allá por Nueva Zelanda, esperando a que algún intrépido la rescate de dentro de esa botella cerrada con corcho. O esperando a ser olvidada para siempre por los pocos locos que ya quedamos.

Quizá no existan esas cosas, y sean tonterías y anhelos de loco, del loco que de poco se olvida. De un loco como yo, que espera verte en la playa dentro de 50 veranos, junto al mar, al cielo y a quien me trajo a ti aquel frío día de invierno.

Quizá no pueda capturarse nuestra historia en tan solo un segundo. Ese segundo que dura la primavera. Y yo sin saberlo.

Quizá halla que enumerar como Sabina hasta quedarse solo, para después escupir sobre tu tumba...

Quizá me lo juegue al 7 de copas, o se lo pida a la lámpara del genio. Total, quizá todo sea un maldito sueño. Nunca fui de amuletos. No me hicieron falta. Si acaso de algún abrazo disimulado entre la penumbra y la niebla.

Quizá las promesas nunca se cumplen, y están para quedar bien en las canciones, las pelis y los libros. Quizá sí se cumplen en esas obras que nunca se escriben.

Quizá esté desbarrándome y quedando atrapado entre estas dos canciones... preso entre las dos hojas con sus letras impresas. Esclavo de su tinta, impregnada para siempre en aquellos folios en blanco. O quizá nunca impregnada, quizá existan solo en mi imaginación.

Quizá ya no exista esa canción tan hermosa, como para serlo por encima de todas las demás. Esa canción tan bonita, que reina en el mundo entero. Quizá fue escrita, pero jamás cantada. Quizá no fue tan siquiera escrita.

Quizá a los locos nos llegó la hora de resignarnos y aceptar nuestra locura.

O quizá nos llegó la hora de rendirnos y volvernos cuerdos de repente. :(

No me importa. No me importa todo esto. Acabo de escuchar ambas canciones. La Oreja de Van Gogh - con Amaia - y Joaquín Sabina corren por mis venas. Seguiré cantando la canción más preciosa del mundo. Quizá no necesite papel ni boli. Quizá no necesite encontrarla en ningún sitio.

Porque quizá la lleve dentro de mí.







Para la que siempre será mi esposa soltera

viernes, 17 de mayo de 2013

Dolor


     Te clavas en mis entrañas, me hieres, me haces daño. La sangre mana a borbotones por mi piel. Creo que desfallezco, estoy a punto de morir... pero no, tú, libélula asesina, me curas, me sanas, me haces volver a sentir mejor que nunca... para después volverte a clavar en mí.

     Me desgarras por dentro, y yo, indefenso iluso, sucumbo al dolor, sucumbo y caigo. Me tienes en tus garras, entre ellas juegas conmigo, me acaricias y me arañas; me arrullas y me espantas. Eres mala por naturaleza, lo sé, pero es que a mí me programaron para ver solo tu bondad; tu sonrisa de malévola es para mí una bendición. Pero entonces me doy cuenta, siempre demasiado tarde, cuando ya tengo tus uñas clavadas en mi pecho, cuando ya comienzan a brotar de mis ojos, las primeras lágrimas del dolor.

     El dolor que me causas es lento; una hemorragia que se va extendiendo poco a poco, que no cesa nunca, que no se está quieto. A veces se me seca la boca, justo cuando iba a decirte algo. Será el veneno que me metes, pienso. Y por eso lo sufro en silencio.







Verano 2007

jueves, 16 de mayo de 2013

Caía un aguacero


Caía un aguacero,
Aquella tarde en que tú y yo volvimos a vernos,
Caía un aguacero,
En aquella tarde, nocturna, de invierno.

Te miré, y entonces me di cuenta,
De que te faltaba la vida para ser feliz,
De que te faltaba la felicidad para estar viva.
Lo supe, lo vi en tus ojos: (por mí) estabas perdida.

Salía ya el sol, se ponía,
Pasaban los meses, las horas, los días,
Pasaba la muerte; pasaba la vida,
La escarcha y el hielo, allá se fundían
Y las gotas caían, los gatos gemían,
Desde tu balcón los pobres perdían,
Seis de sus siete vidas.

Los años trocaban en siglos,
Los siglos, en instantes hastíos,
Jugando pasaban los niños,
Se tiraban pelotas y discos...
Hablaban, chillaban, gritaban, se juraban cariño,
¡Qué hermosa infancia ignorante,
Destas desdichas sombrías!

Mas no finjas, amor mío, no finjas,
Que tú y yo bien sabemos, los dos,
Que te perdías por mí, que ¡aún! te pierdes,
Que nada han cambiado los cielos,
Que sigue lloviendo lo mismo,
Que aquellos amores viejos
No cambian, ¡esto yo te confío!

Las nieves, ¿dónde están?
Aquellas que me helaban las palabras
Han desaparecido, y en su lugar ha nacido
El fuego caluroso, ¡el calor fogoso!
La cara me abrasa, ¡el alma me aviva!
Pero mira hacia arriba, preciosa:
La lluvia no cesa, sea invierno o estío,
Haga calor o frío.

Cae un aguacero,
En este día presente y sincero,
Cae un aguacero,
Pero ahora sé que puedo decirte: ¡te quiero!

Poesía. Estructura propia. Primavera 2006.

Los cuatro lados curvos que tú cuadras


Los cuatro lados curvos que tú cuadras
deste curvo cuadrado que es mi vida,
así, se halla en mi pecho escondida:
aquesta pasión que tú taladras.

Mas habla tú serena, ¿por qué ladras?
y dime la verdad: ¿estás perdida?
Porque esa manzana era la prohibida.
Tú, la más carnosa, ahora te desmadras.

Y tendré que penar en el infierno
a causa deste error que provocaste
por parecer madura, y yo tan tierno.

De ese árbol, ¡ví manzanas! me tentaste.
Algunas maduraban en invierno,
pero tú, tú mi amor, te adelantaste.

Poesía. Soneto Barroco. Primavera 2006.

Las brumas crecen


Las brumas crecen. Las brumas crecen a mí alrededor, y me siento cada vez más pesado. Dudo que mi cuerpo pueda soportar mi peso. No distingo siquiera ya los danzarines cabellos que, hasta hace muy poco, atisbaba ondulando y entrelazándose unos con otros. ¡Dios mío!, pienso aterrado por unos momentos. ¿Será que ya no están? ¿Será que han decidido irse las dulces princesitas que antes me acompañaban, aunque fuera en la triste lejanía? ¡Qué más da!, me rebato casi de inmediato. En definitiva, no puedo verlas. Que estén ahí o hayan decidido hacer mutis, es lo de menos. Se esfumó el deleite de su contemplación. Hace unos instantes, al menos, entre nieblas, podía entrever algo de lo que hacía poco más de tiempo distinguía nítidamente. Pero ahora nada. Bueno sí, nieblas grisáceas, color humo chimenea, subiendo y bajando, describiendo espiralitas, burlándose de mis ojos, pasan y pasan; impávido yo.



Miedo


Te quiero sobre la arena. Frase tonta; verso hermoso. Palabras efímeras escritas en la fina sílice de la playa.

Efímeras. ¡Dios mío, digo efímeras! Tal es mi temor ante la osadía de las olas. Vienen, y se van, vienen, y se van; la gran parte de ellas, la grandísima mayoría de todas ellas no osaría llegar tan lejos. No te rozarían. No a ti. No. Pero hay olas maquiavélicas, hay olas despiadadas, olas malvadas, olas destructoras, olas demoníacas, que harían todo lo posible por tocarte. ¡Qué digo por tocarte, intentarían remover tu nombre! Tratarían de anegarlo todo, inundarlo, masacrarlo con sus feroces dientes, con su atroz mandíbula, con su imponente cresta, rebosante de blanca espuma. Tratarían de hacer desaparecer para siempre esa inscripción eterna, ese mensaje sinfín, ese imperecedero Te quiero en la arena de la playa. Lo sé. Y, precisamente por ser consciente de ello, temo. Temo enormemente por tus letras, temo por tu nombre, temo por ti. Y mi temor me hace dudar, y me hace  pronunciar la palabra efímero. Mi miedo torna la pura bondad, la pura pureza, la más pura de las bellezas, en arena. Arena sin más, sin te quiero, sin tu nombre, sin tu cuerpo. Y sufro, sufro en mi duda, me deshago por dentro y por fuera, me desmorono, como si estuviera hecho de papel y la ola me cubriera por completo.

Miedo. Miedo a perderte, a no tenerte, miedo en mí mismo, dentro de mí, fuera de mí. Tengo mucho miedo. Miedo a que una ola se lleve el te quiero, a no volverlo a ver, a que te borre, que se lo lleve todo consigo. Miedo a que solo quede arena, a solo ver arena, arena sin nombre, sin patria, sin ti, sin nada.

¡Dónde escribí tu nombre! ¡Dónde escribí tu cuerpo! ¡Dónde escribí te quiero! No puedo encontrarlo, se ha perdido para siempre. El océano se lo ha llevado, traicionero. Me ha engañado, me ha ultrajado, me juró amistad eterna, pero no controló sus impulsos, y uno de ellos, muy hambriento de terror y de nostalgia, ¡se lo ha llevado todo! Todo, ¿acaso qué ha quedado? Amarga risotada. ¡Arena, maldita sea! Esto es peor que un maldito desierto, ¡arena!

¿Miedo? Tu nombre sigue escrito. ¡Tengo miedo! Pero ahora lo percibo claramente, la marea está bajando, tu nombre permanece, junto a él, pone Te quiero. ¿Será esto un oasis, en el maldito desierto? Estamos en la playa, pero las olas no te alcanzan, estás a salvo. Cada vez llegan a menos, la mar va decayendo en sus amagos de acercarse. Ahora puedo aprovechar para levantarte la mayor muralla que se ha levantado nunca, una muralla impenetrable que llega desde la arena de la playa hasta el mismísimo cielo. Lo toca nítidamente en sus alturas. Ya pueden juntarse los cinco océanos contra ti, que no te alcanzarán; que vengan cientos de mares, si quieren, a ayudarlos, pero nunca lo conseguirán. Los malvados no llegan al cielo. Y las aguas están siendo muy malvadas contigo. Mi presa asciende hasta arriba del todo, donde termina el mundo, hasta el tope, hasta el cielo. Ahí no llegarán, no rebasará ni una gota, ni siquiera la humedad.

Descalzos. Tus pies están descalzos, mientras penetras en la playita. Se entierran profundos en las arenas, se pierden de vista. Vuelven a aparecer, emergiendo de las profundidades de la tierra. Tus piececitos avanzan. Mi mirada los vigila atentamente, cual bandidos en la noche. El sol es intenso. El miedo vuelve a apoderarse de mí, cunado intento elevar los ojos. He de verte, toda tú. Y tengo miedo. ¡Al carajo el miedo! Tu nombre está a salvo, te quiero está a salvo, ¡y tú y yo estaremos a salvo! Elevo la cabeza, poco a poco, lentamente.

Pueden haber pasado varias horas, algunos días, o incluso meses enteros, pero mi vista ha llegado por fin a distinguir el final: tus castaños cabellos con mechas rubias, mitad naturales, mitad coloreadas. Te he visto entera. Ahora es cuando realmente comprendo: te adoro. Y no pienses ni por lo más remoto que ha sido la visión de tu cuerpo, destellando vivazmente ante tu orgulloso sol (y digo tuyo, sí, porque tú lo has conquistado, en cuanto te ha visto, y ya solo brillará así para ti), la única que me ha hecho caer en la cuenta de la verdad. Desgraciadamente, no puedo expresarte con palabras cuál ha sido realmente el detonante, porque lo desconozco. Tampoco quiero saberlo todo. No lo deseo. Afortunadamente, sé que lo sabes. Sé que sabes que hay un algo más. Algo más allá de tu cabello, de tu sonrisa, de tus labios, de tu boca, de tus dientes, de tu cuello, de tus pechos, de tus piernas, de tus piececitos. Además, sé que algún día me lo dirás.

Quieres ver el mar.

domingo, 7 de abril de 2013

Entender el infinito


Dicen que no podemos “entender el infinito”. Yo creo que lo que no podemos es “entender”.

¿Qué entendemos por “entender”? ¡Yo no entiendo nada! Afirmamos ser seres racionales e inteligentes, desde esa misma razón e inteligencia. Creo que dicha capacidad de entendimiento no es más que mera ilusión, como lo son ciencia y religión, como lo son las interpretaciones dadas a una realidad sensorial envolvente de la que no tenemos ninguna constancia fuera de nuestra razón y consciencia, como lo es la filosofía y como lo son estas palabras. Creo con firmeza que Descartes patinó completamente en su “Pienso, luego existo”. Una pena. Infinita meticulosidad pretendida disuelta de pronto por el régimen dictatorial impuesto por una frase de tres palabras y una coma. ¿Que pienso, luego existo? Descartes, permíteme una carcajada. Ni pienso, ni existo. O al menos no puedo saberlo. Porque como tú decías no puedo saber nada, todo es una duda. Y no, tampoco puedo saber que no sé nada. El bueno de Sócrates quiso creerse ingenioso con la frasecita, y no está mal, la verdad sea dicha. Pero dejémonos de paradojas irresolubles: ni sé nada, ni sé que no sé nada, ni mierdas intrincadas. Simplemente, no sé lo que puedo saber o dejar de saber. Y no creo que ningún filósofo, científico o religioso listillo lo sepa.

Pero, yendo aún más allá en la osadía impretendida de Descartes, diré que aunque piense, eso no me garantiza que exista. No veo la implicación por ninguna parte. Habría que definir qué es pensar, qué es entender o qué es elaborar un concepto abstracto mediante el uso de la razón. Lo que nos lleva al principio del escrito. No creo que sea un concepto sencillo. De hecho, no creo que exista una definición absoluta de lo que significa pensar y ser conscientes sobre algo. No creo en la razón y tampoco en la existencia, como algo demostrable de forma irrefutable. Como la mayoría de mis creencias, todo se sustenta en mero utilitarismo, en qué nos es útil para seguir adelante o qué nos lastra y nos hunde más en la miseria.
No creo que creer que el ser humano está por encima de todo tenga que ser útil para nuestras vidas. Es cierto que en muchos casos es así. Fervientes creyentes, incluso agnósticos y ateos, así lo atestiguan. Necesitamos creernos alguien, no como individuo, sino como ser humano: como especie, como milagro de la creación, o de la ciencia, o de unos extraterrestres de los que descendemos. No es mi caso.

El ser humano es, en esencia, similar a un animal, a una planta, a una roca o a un río. Al aire que respiramos y al hidrógeno convirtiéndose en helio del sol que nos ilumina. Materia y energía. Puede que también alma y espíritu -  no le quitaré la ilusión al que la tenga – pero en ese caso también la roca, la planta o el helio tienen alma y espíritu. Considero completamente falaz tratar de explicar a la existencia y más aún al ser humano en concreto, como si éste tuviera algo de particular (aparte de ser el que lo trata de explicar), por medio de teorías científicas, religiosas, filosóficas o místicas. Creo que las cosas son como son, y que en nuestras cortas vidas vamos tomando lo que nos empuja hacia delante (o a veces lo que nos echa para atrás, con más frecuencia de la que seguramente desearíamos). A mí no me hace falta considerar al hombre distinto de una roca para sentirme impulsado hacia adelante. Más aún, me siento más impulsado no estableciendo diferencia esencial alguna.

Porque nuestras creencias se adaptan a nuestras necesidades. Y cuanto más básicas sean éstas, con mayor fuerza surgirán sus creencias asociadas. Los miedos por el contrario nos alejan de ciertas ideas. 

Por tanto, creo que el infinito tiene la misma categoría existencial que el entendimiento que nos trata de acercar a él. Francamente, el infinito es tan difícil de entender para mí como el amor, la guerra entre pueblos, las peleas entre hermanos, el cáncer, la amistad, el odio, la felicidad, el placer o la muerte. Es tan difícil de entender como el propio entendimiento.

Tan difícil, o tan fácil.

Tanto puede ser que la razón, en la que muchos creen firmemente como algo intrínseco y exclusivo del ser humano,trate devanadamente de acercarse a comprender la oscura e incomprensible idea de infinito, como que el infinito, ese infame desconocido al que tantos miran con recelo, esté realmente ahí fuera, divirtiéndose, jugando al tobogán e hinchándose de hamburguesas en el Burger, y que sea él a través del cual nos podamos acercar a la idea de consciencia o raciocinio.

Intentaré acabar con un par de frases en las que trato de agrupar toda esta confusión.

“No creo que metafísicamente hablando sepamos nada, más allá de los asuntos cotidianos que nos impulsan hacia adelante (facturas de la luz, juegos en el parque, intrincadas fórmulas de la aspirina, cómo conquistar a una mujer...), si es que éstos pueden llamarse metafísicos.”

“Somos balas disparadas por un arma, y sólo percibimos el enorme impacto del viento de frontal. El infinito es el espacio que nos rodea (incluyendo el arma y el objetivo de la bala). El entendimiento es la propia trayectoria de la bala. “Entender el infinito” es pedirle a la bala que se ocupe de su trayectoria y, lo que es peor, que se preocupe de quién la disparó y de dónde va a impactar. Es, sencillamente, absurdo”.







sábado, 23 de febrero de 2013

viernes, 22 de febrero de 2013

Un buen drama


Todo drama merece una explicación. ¿La merece? Multitud de frases en un libro, seguidas de punto y seguido. Tras una buena hilera, llegamos a la que cierra con punto y aparte. Otro párrafo. No importa, porque ya viene otro detrás empujando, con nuevas frases, seguidas de punto y seguido. De nuevo un punto y aparte. La sucesión no parece tener fin. Punto y seguido, punto y seguido, punto y seguido, punto y aparte, punto y seguido, punto y seguido... Pero de pronto, súbitamente, sin previo aviso, la frase más inocente de todas tiene un punto y aparte muy especial: no hay más párrafos en la página, tan sólo blanco, blanco, blanco... fin del capítulo. Pero no hay de qué preocuparse: en la siguiente página nos espera un hermanito: iniciándose con un número, con un título, con ambos o con ninguno se abalanza rápidamente el siguiente capítulo de la historia. Y vuelta a empezar: punto y seguido, punto y seguido, punto y seguido, punto y aparte, punto y seguido, punto y seguido... Pero no estaremos contentos con dos tristes hermanitos dados de la mano; qué va, tendremos al menos una decena, un par de docenas o qué se yo. En cualquier caso, una buena familia numerosa. Una familia numerosísima diría yo, con los tiempos que corren. Y todo para buscar una buena explicación al drama.

Por supuesto, en los entresijos de toda esta singular fauna contaremos con multitud de especies minoritarias, de lo más variopintas y, a veces, hasta exóticas: puntos suspensivos, puntos y coma, dos puntos, comas por doquier, incluso podremos encontrarnos con alguna vocal con diéresis (sí, esos dos puntitos que lleva a cuestas, la pobre, sin saber muy bien por qué, pero que se ve obligada a acarrear por la eternidad), aunque estas ya son rara avis. Tendremos todo tipo de vocablos, con los que estaremos más o menos familiarizados, dependiendo de la selva de la que procedamos. Lo que para unos son bestias para otros serán animales domésticos. En cualquier caso, todas estas especies, desde la más común coma hasta palabras con las cinco vocales o con cinco “íes” repetidas en su gentil cuerpo (porque qué drama que se precie no anhelaría contar en su elenco con una sugerente: “Y entonces la sorprendió con aquella orquídea que tanto había soñado, algo que se antojaba casi mágico en aquellos momentos tan dificílisimos de sus vidas”), constituirán una gran fauna, dispuestas en ordenado zoológico y adiestradas por los omnipresentes y siempre diligentes puntos y seguido y puntos y aparte, que hacen las veces de domadores del zoo. Ninguna se escapa, ni tan siquiera osa revolverse contra el “orden” establecido; apenas cabría preguntarse si siquiera tienen voluntad propia, o al cabo son entes abocados a dejar su huella en un papel, quedando su esencia para siempre atrapada sobre el mismo, y de donde ya no levantarán vuelo ni un solo milímetro. Alguien podría aquí protestar y acordarse de los cada vez más populares y extendidos libros electrónicos. Parecen flexibles, livianos y mutables, pero no os engañéis, es sólo apariencia. Porque, la verdad sea dicha, a ojos del lector que es lo que importa, el zoológico está tan quietecito como en el caso de un buen tocho de los de toda la vida. El hecho de que hagamos borrón y cuenta nueva de la pantalla cada medio minuto, no cambia el fondo de la cuestión. Es como desplazarnos de la jaula de los leones a la de los monos, o visitar un zoológico y luego otro distinto, pero todo en el mismo lugar. Al final esto nos lleva incluso a una situación más dramática: el volumen de populacho atrapado en una cuadrícula de cuarenta por veinte es inmensamente mayor. Podemos tener cien, o mil, o diez mil explicaciones al drama en lugar de solamente una. No parece que desaparezcan nuestras frases, nuestros puntos y seguido, nuestros puntos y aparte, todos en sinfonía que se abalanza siempre hacia delante, tratando de hilvanar la explicación. Simplemente están atrapadas en circuitos electrónicos, en lugar de en papel. Pero el zoo lleno de jaulas sigue presente.

Si de lo que hablamos es de una película, un filme de esos imponentes en el que se resuelven plantearnos un drama de los que hacen historia, todo es mucho más gráfico, mucho más directo, mucho más visual. Desaparece la fauna para dar paso a una flora de lo más variopinta; tanto es así, que para un profano en la materia es imposible dar tantos nombres y referencias. Por un lado tenemos a los imprescindibles actores y actrices, muchas veces con toda su familia de ayudantes, personal de apoyo y demás comparsas. Por otro lado está el director general de la orquesta, los directores de cada grupo de instrumentos: de producción, de efectos especiales, de maquillaje, de vestuario, de fotografía, de doblaje... Cada uno de estos directores tiene a su vez su pequeña parcela llena de su flora particular: innumerables trabajadores que aportan su granito de arena a la gran obra. Al final todo constituye un inmenso jardín, que va evolucionando con los días, las semanas, los meses, y a veces hasta los años. Una fina película filmográfica al final inmortaliza todo el espectáculo, en la forma mucho más movido y ajetreado que un libro, en el fondo similar: infinidad de personal, de artefactos y, cómo no, de monedas y billetes contantes y sonantes interpretan el teatro más conseguido de todos los tiempos. Quieren ser “creíbles”, y tratan de simular la realidad lo mejor que pueden: un jardín de variables dimensiones paralizado en un movimiento de hora y media de duración. Quizá dos horas. Quizá tres.

¿Y todo esto para qué? Para darle la explicación merecida a nuestro drama. ¿Merecida? Normalmente la estructura consiste en una introducción donde se explica la horrible crudeza del drama, la cruda realidad, la cruel situación que se da. Un desarrollo o nudo que permite que toda la flora y la fauna anteriormente descritas se desesperen en cumplir con lo que es su verdadera y única razón de ser: explicar por qué ese drama, justificar su presencia, su causa, su motor. Para terminar, un desenlace o fin simplemente nos despide, nos dice adiós y hasta siempre, “esperamos que hayas disfrutado de la explicación”. Porque de entre todos los puntos y aparte tan especiales tras los cuales la página queda en blanco, pero no hay de qué preocuparse porque en la siguiente otro hermanito de la familia nos saluda, hay uno especialmente especial. Aquel que cuando aparece sí que hay de qué preocuparse porque no hay más hermanitos esperando a la vuelta de la esquina. Nos hemos quedado huérfanos, sin más familia. Claro que para entonces, ¡oh sorpresa!, tampoco habrá de qué preocuparse, porque todo habrá sido estudiado durante años de salvaje adiestramiento para que haya quedado tan atado, tan trillado y tan explicado que no haya problema alguno, porque ya podemos sobrevivir sin la familia. “Adiós zoo, hasta siempre, espero que hayas disfrutado de mi visita”. Y fin de la historia. Ya visitaremos otro zoo. O quizá esta vez un buen jardín. Con las mejores rosas y las mejores orquídeas. Sí, quizá esta vez mejor pasearemos durante hora y media por un bonito y frenético paralizado jardín en movimiento. O quizá dos horas.  O quizá tres.

Veremos actores y actrices, fundiremos a negro... pero no pasa nada, porque a la vuelta de la esquina ya vienen más actores y más actrices, flores mecidas al viento deseosas de ser escuchadas... o sólo admiradas, en caso de que sean mudas. Que también las hay. Y volveremos a fundir a negro... y más actores y más actrices; pero no olvidemos todo lo que hay detrás y no vemos. Parcelas del jardín veladas a nuestra vista: encargados de los trajes (que sí vemos), de la iluminación (que nos permite ver, salvo en los fundidos a negro), de los efectos, que tan atractivos nos resultan... de nuevo, en el último fundido a negro, en el que desfilan silenciosas con estruendosa ambientación esas letritas de “The End” todo está atado y preparado: el gran jardín que es la película no necesita más agua porque ya es inmortal. Sus imparables noventa minutos yacen inmóviles en una cinta, en un microchip de ordenador, o en un 8 mm. O quizá sean ciento veinte minutos. O quizá ciento ochenta.

Todo ha sido explicado. El drama tiene sentido. Porque no hay drama sin sentido. ¿Lo hay acaso?

Porque todo drama merece una explicación. ¿La merece?







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“Nuria no miraba hacia abajo, por miedo a no soportar el miedo. Sólo podía mirar al frente. Sabía que era su única posibilidad de conseguir hacer lo que se había propuesto hacer. La gravedad, el vacío de diez pisos y el duro asfalto de la lejana calle harían el resto. Sólo la quedaba dar un pequeño saltito hacia delante.”












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jueves, 21 de febrero de 2013

Escribir por escribir


Luchar. Perder, ganar, morir, nacer, renacer... aluvión de palabras que despuntan por mi documento en blanco de Word... mi teclado echa humo... Me apetecía escribir.

Pero empiezo... quiero desembarazarme de esos puntos suspensivos, esos puntos tan molestos que sugieren cualquier cosa y nada a la vez. Se nota el desentreno, se nota el sin saber, la carencia, la duda, la zozobra... aquí vuelven los malditos, como recordándome: ¡no!, no vas a pasar a la acción, te vas a pasar reflexionando y albergando dudas acerca de todo durante el resto de tus días... me atrapan, me esclavizan, me encadenan y no me dejan expresarme con libertad, directo y conciso como a mí realmente me gusta. Pero lucharé contra su poder. Lo prometo. Una vez más compruebo que el sinsabor, sabor agrio de cada día, o amargo, o cualquier sabor que no te agrade, impulsa el torrente de la inspiración, de la motivación al escribir más que cualquier otra fuerza motriz. Igual que las orondas aspas de un imponente molino, que no se detiene ante nimiedades adversas, mi cerebro, centro motor de mi vida, se alía en poderosa coalición con mis manos para dar forma a algo, aunque sea una mierda... por algo hay que empezar, y cosas por decir no me faltan, eso desde luego.

He cometido muchos errores en mi ¿corta? vida, y simplemente como un error más puede considerarse el tenerle miedo a la escritura, al escribir cuanto quiera. Para ser justos, he de decir que la mayor parte de esos errores también han estado asociados a sus respectivos temores hacia algo o alguien. Tantos “algos” y “alguienes” que inspiran miedo hacia un servidor... que han inspirado alguna vez en su ¿corta? vida. Pero llega un momento en la vida de toda persona en el que alguno de esos miedos es “superado”, es decir, se deja de tener miedo a eso a lo que antes se le tenía. Y en lugar de tenerle miedo a 500 cosas diferentes, se lo pasas a tener a 499. También puede ocurrir que algo que antes no te inspiraba temor pase en un momento dado a inspirártelo, y entonces nos quedamos con los 500 temores del inicio. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que las cosas cambian. A veces cambian tanto que vuelven al punto de partida, como si nada jamás hubiera pasado. Otras veces, según el humor con el que nos levantemos por la mañana, podemos permutar entre tres o cuatro arquetipos de personalidad, más o menos parecidos o más o menos diferentes. Es como si cada día nos despertáramos con un traje distinto: en función de ese traje pensaremos, actuaremos, e incluso nos pasarán cosas distintas. En lo que concierne a mi afición a escribir, no escapa en absoluto a los tópicos que acabo de describir. Este blog es el mejor ejemplo. Semanas de publicaciones más o menos asiduas... meses de interruptus totalus, años de inconmensurable ausencia... pero celebro este ejemplo, porque nos permite ver los diferentes estadios por los que puede pasar una persona, como soy yo, en el curso de los años de su vida, en lo concerniente únicamente a la actividad escritora.

Para ser francos, yo empecé a escribir alguna cosilla mucho antes de que este blog viera la luz, allá años de la secundaria obligatoria... en su mayoría mini-relatos cortos y alguna que otra poesía, de las que me sentía tan orgulloso, todo hay que decirlo. Siempre he albergado la duda de si sería mejor escribir para mí mismo o para que me leyera el resto del mundo. Ahora estoy convencido de que quiero que me lean. Evidentemente el hecho de escribir me apasiona y, si no fuera por tantos factores como a veces veo en su contra, pasaría mucho tiempo haciéndolo. Pero bueno, al fin y al cabo, si nada tuviera innumerables factores en su contra, la vida sería más que el auténtico paraíso, y no sé si eso sería bueno... El caso es que es una actividad por la que siempre he sentido cierta tendencia – no diré ya admiración - una vez pasados los primeros años de mi infancia en los que aborrecía realmente escribir (tampoco me gustaba el arroz con tomate, por ejemplo, y me encantaba que quien hacía algo mal fuera torturado y mancillado en justa venganza). Pero como iba diciendo, creo que lo que escribo lo escribo para que alguien lo lea, y cuando digo alguien quiero decir que cuanta más gente mejor. Creo que cada uno tenemos nuestra forma de llegar a los demás de una manera más o menos especial, y a mí la escritura siempre me ha parecido una manera maravillosa de llegar. Aún no estoy muy seguro de afirmar que sea mi manera de llegar a los demás, es decir, mi mejor manera, pues claro está que todos en un momento dado tenemos algo de todas esas maneras, igual que tenemos algo de “raros”, “esquizofrénicos” o “maniáticos” . Pero al final cuando una persona va forjando un cierto carácter o forma de ser con el paso de los años, siempre tendrá un campo que le atraiga más, otro que se “le dé” peor, etc. Mi caso no es diferente, pero descubrir y darme cuenta realmente de si esto es lo mío o no, es algo que aún no estoy preparado para juzgar. Lo que sí está claro, volviendo al tema de los errores, es que hasta ahora he tenido una visión un tanto “extravagante” de lo que significaba escribir, al igual que la tenía de lo que significaba leer. Me explicaré algo más en detalle:

Desde esta época en la secundaria en la que empecé a desmarcarme un tanto en el tema de la escritura, e hice ciertos intentos por aumentar mi dosis lectora (ambas actividades creo que van bastante unidas, al menos en mi vida), siempre lo enfocaba desde un punto de vista asfixiante para mí mismo. Agobiante, estricto, racional, inagotable, obsesivo, hasta manipulador. Sin duda, pernicioso a más no poder. Algo que, en realidad, debería ser todo lo contrario. Cójase cada palabra de la lista anterior, búsquese su antónimo y ahí andará más o menos la definición, o las cualidades al menos, del acto de leer o del acto de escribir una historia. Yo no los voy a buscar. Seguro que en el pasado habría usado el suculento botón derecho del ratón, buscar sinónimos, ¿cuál dejo? ¡NO! Ese no era el camino, no lo era en absoluto, pero ha hecho falta el paso de los años para ir dándome cuenta, aceptarlo, y en un momento que aún no ha llegado, hacerlo mío.
A ver, es innegable que escribir requiere de técnica. No estoy negando la técnica. La mayoría de literatos o escritores con mínimamente algo de fama han estudiado una carrera relacionada, o cursos intensivos, o talleres, o qué se yo. Los famosillos si no tienen mucha idea de escribir, les escribe los libros una persona de dichas características. Es cierto. Pero creo que la técnica es sólo una parte del arte de la escritura, y aún no sé cuánto porcentaje supondrá. Y dudo que alguien o algún estudio por ahí lo sepa. Hay muchos otros factores y cualidades humanas que influyen en el arte de escribir. Una buena predisposición, gusto, pasión, buena aptitud por el lenguaje y la gramática, leer cuanto más mejor, y sobre todo una sensibilidad extrema para captar esos matices de la vida que a la mayoría se les escapa. Esa especie de sexto sentido, que muchos tienen pero que cada uno focaliza en una cosa diferente. Llamadlo alma, espíritu, imaginación, magia, locura o inspiración. En cualquier caso, en ningún caso es razón, pensamiento, argumentación sobre nada. Aunque una buena dosis de razón tampoco es negativa para esto, creo yo, siempre y cuando esté combinada con las anteriores cualidades.

Quizá por encima de todo esto se halle la “cualidad” más importante de todas, y es la necesidad. La necesidad de escribir, y no económica precisamente. Una necesidad existencial, una especie de adicción, que comparte casi la totalidad de la humanidad, pero enfocada a diferentes objetos, o incluso personas: el sexo, el tabaco, la comida, la lectura, los videojuegos, la tecnología por tecnología, el cine, la música, ya sea escuchándola o componiéndola, el flirteo sin más... la necesidad nos lleva constantemente a repetir determinados hábitos, haciéndolos nuestros y convirtiéndolos en nuestros hobbies, abanderando su causa, constituyendo nuestras cartas de juego en esta partida que es la vida. Sinceramente no sé si es mi caso o no. No sé si cuento con esa necesidad de verdad, a largo plazo y de manera habitual. Porque hasta ahora mi relación con el cincel de las palabras ha sido irregular, intermitente, con pequeñas ráfagas impetuosas y enormes periodos de quietud total. Pero una cosa tengo clara, un error del pasado ya limado, o al menos muy desgastado: el arte de escribir, al igual que la lectura de libros molones como afición, no consiste en imposición, en corrección, en imperturbable juicio constante. Consiste en disfrutar en todo momento, aprovecharlo al máximo, como se dice de tantas otras cosas en la vida. Leer un buen libro para ti o ponerte a escribir unas líneas debe ser un acto de disfrute como tantos otros lo son para la juventud (o para la vejez, o incluso para un niño). Un acto de carpe diem. Yo no puedo disfrutar con algo que me recuerda al estudio, a aprenderme algo porque me lo van a preguntar en un examen porque tengo que aprobar porque tengo que sacar una carrera porque es muy bueno hoy en día porque queda muy bonito... No puedo disfrutar analizando la corrección en cada frase, las preciosuras, los adornos, la coherencia, la cohesión... todas esas cosas que nos enseñaron en el colegio como el bien verdadero. Pues bien, creo que el arte también es sentir con el corazón y no pensar con la cabeza, porque la cabeza muchas veces encarcela al corazón, quedándose las mejores palabras en el tintero.

Volveré a repetirlo, porque es lo suficientemente importante como para hacerlo. El arte también es sentir con el corazón y no pensar con la cabeza, porque la cabeza muchas veces encarcela al corazón, quedándose las mejores palabras en el tintero.

Me propongo sentir más con el corazón, y pensar menos con la cabeza.

Además, existe otro hecho innegable: la práctica es fundamental en toda actividad humana. La repetición, el acostumbramiento, el aprendizaje de maneras. Y para practicar es muy importante soltarse. Jamás podría escribir estas líneas, en poco tiempo además, si no fuera por el dejarse llevar, por el dejarse de ataduras y simplemente seguir adelante, un poco mejor o un poco peor, mucho mejor o mucho peor. Porque, al fin y al cabo, ya se mejorará con el tiempo. Pero, si dejo pasar otros dos años hasta la próxima vez que hinque el dedo a la tecla, difícilmente conseguiré mejorar, coger práctica, y menos aún hábito de contar de vez en cuando unas palabras.

No he hablado al citar mi ¿breve? pasado de mis fútiles intentos de escribir un diario. ¿Cuántas personas no han intentado de pequeños, o no tan pequeños, llevar un diario personal? Pero es una tarea ardua y complicada de hacer efectiva, como semillas que se pierden o se lleva el viento, o simplemente se pudren bajo tierra antes de dar su fruto. Para mí ha sido tarea imposible, y no precisamente porque no lo viera una idea la mar de atractiva... Llevar un blog se me antoja igualmente una tarea ardua, más aún cuanto más le exijas a éste. Pero si no le pides peras al olmo, y te limitas a una pequeña parcela, creo que pueden salir cosas mínimamente interesantes de ello.

Y para terminar, quería darte las gracias, Laura, porque sin conocerte ni saber nada de ti, parece que te conozco desde siempre... y sea como fuere, me has ayudado mucho a encontrar inspiración. ¡Me pasaré por tu blog siempre que “pueda”! Y también gracias a ti, peque91, por tu comentario y apoyo. Como he comentado antes, en un momento de mi vida decidí que escribía para ser leído, y saber que alguien me lee es muy reconfortante para mí. De momento esto no llega apenas a una decena de personas, y como retroalimentación sólo se pueden poner comentarios, que, como buena actividad escribana, sé que a la gente le cuesta poner tanto como a mí me cuesta escribir. Pero de verdad, supongo que sobre todo cuando se está empezando y cuesta tantísimo sacar mínimamente adelante una cosa de estas, se agradece muchísimo toda la realimentación y el apoyo posibles. Una muy buena idea sería que propusierais los temas sobre los que podría escribir. Por ejemplo, temas de actualidad, de opinión y de debate, o temas más atemporales sobre los que escribir relatos y contar historias.

Sería muy buena guía en el oscuro túnel de la inmensidad.