jueves, 21 de febrero de 2013

Escribir por escribir


Luchar. Perder, ganar, morir, nacer, renacer... aluvión de palabras que despuntan por mi documento en blanco de Word... mi teclado echa humo... Me apetecía escribir.

Pero empiezo... quiero desembarazarme de esos puntos suspensivos, esos puntos tan molestos que sugieren cualquier cosa y nada a la vez. Se nota el desentreno, se nota el sin saber, la carencia, la duda, la zozobra... aquí vuelven los malditos, como recordándome: ¡no!, no vas a pasar a la acción, te vas a pasar reflexionando y albergando dudas acerca de todo durante el resto de tus días... me atrapan, me esclavizan, me encadenan y no me dejan expresarme con libertad, directo y conciso como a mí realmente me gusta. Pero lucharé contra su poder. Lo prometo. Una vez más compruebo que el sinsabor, sabor agrio de cada día, o amargo, o cualquier sabor que no te agrade, impulsa el torrente de la inspiración, de la motivación al escribir más que cualquier otra fuerza motriz. Igual que las orondas aspas de un imponente molino, que no se detiene ante nimiedades adversas, mi cerebro, centro motor de mi vida, se alía en poderosa coalición con mis manos para dar forma a algo, aunque sea una mierda... por algo hay que empezar, y cosas por decir no me faltan, eso desde luego.

He cometido muchos errores en mi ¿corta? vida, y simplemente como un error más puede considerarse el tenerle miedo a la escritura, al escribir cuanto quiera. Para ser justos, he de decir que la mayor parte de esos errores también han estado asociados a sus respectivos temores hacia algo o alguien. Tantos “algos” y “alguienes” que inspiran miedo hacia un servidor... que han inspirado alguna vez en su ¿corta? vida. Pero llega un momento en la vida de toda persona en el que alguno de esos miedos es “superado”, es decir, se deja de tener miedo a eso a lo que antes se le tenía. Y en lugar de tenerle miedo a 500 cosas diferentes, se lo pasas a tener a 499. También puede ocurrir que algo que antes no te inspiraba temor pase en un momento dado a inspirártelo, y entonces nos quedamos con los 500 temores del inicio. Pero eso no es lo importante. Lo importante es que las cosas cambian. A veces cambian tanto que vuelven al punto de partida, como si nada jamás hubiera pasado. Otras veces, según el humor con el que nos levantemos por la mañana, podemos permutar entre tres o cuatro arquetipos de personalidad, más o menos parecidos o más o menos diferentes. Es como si cada día nos despertáramos con un traje distinto: en función de ese traje pensaremos, actuaremos, e incluso nos pasarán cosas distintas. En lo que concierne a mi afición a escribir, no escapa en absoluto a los tópicos que acabo de describir. Este blog es el mejor ejemplo. Semanas de publicaciones más o menos asiduas... meses de interruptus totalus, años de inconmensurable ausencia... pero celebro este ejemplo, porque nos permite ver los diferentes estadios por los que puede pasar una persona, como soy yo, en el curso de los años de su vida, en lo concerniente únicamente a la actividad escritora.

Para ser francos, yo empecé a escribir alguna cosilla mucho antes de que este blog viera la luz, allá años de la secundaria obligatoria... en su mayoría mini-relatos cortos y alguna que otra poesía, de las que me sentía tan orgulloso, todo hay que decirlo. Siempre he albergado la duda de si sería mejor escribir para mí mismo o para que me leyera el resto del mundo. Ahora estoy convencido de que quiero que me lean. Evidentemente el hecho de escribir me apasiona y, si no fuera por tantos factores como a veces veo en su contra, pasaría mucho tiempo haciéndolo. Pero bueno, al fin y al cabo, si nada tuviera innumerables factores en su contra, la vida sería más que el auténtico paraíso, y no sé si eso sería bueno... El caso es que es una actividad por la que siempre he sentido cierta tendencia – no diré ya admiración - una vez pasados los primeros años de mi infancia en los que aborrecía realmente escribir (tampoco me gustaba el arroz con tomate, por ejemplo, y me encantaba que quien hacía algo mal fuera torturado y mancillado en justa venganza). Pero como iba diciendo, creo que lo que escribo lo escribo para que alguien lo lea, y cuando digo alguien quiero decir que cuanta más gente mejor. Creo que cada uno tenemos nuestra forma de llegar a los demás de una manera más o menos especial, y a mí la escritura siempre me ha parecido una manera maravillosa de llegar. Aún no estoy muy seguro de afirmar que sea mi manera de llegar a los demás, es decir, mi mejor manera, pues claro está que todos en un momento dado tenemos algo de todas esas maneras, igual que tenemos algo de “raros”, “esquizofrénicos” o “maniáticos” . Pero al final cuando una persona va forjando un cierto carácter o forma de ser con el paso de los años, siempre tendrá un campo que le atraiga más, otro que se “le dé” peor, etc. Mi caso no es diferente, pero descubrir y darme cuenta realmente de si esto es lo mío o no, es algo que aún no estoy preparado para juzgar. Lo que sí está claro, volviendo al tema de los errores, es que hasta ahora he tenido una visión un tanto “extravagante” de lo que significaba escribir, al igual que la tenía de lo que significaba leer. Me explicaré algo más en detalle:

Desde esta época en la secundaria en la que empecé a desmarcarme un tanto en el tema de la escritura, e hice ciertos intentos por aumentar mi dosis lectora (ambas actividades creo que van bastante unidas, al menos en mi vida), siempre lo enfocaba desde un punto de vista asfixiante para mí mismo. Agobiante, estricto, racional, inagotable, obsesivo, hasta manipulador. Sin duda, pernicioso a más no poder. Algo que, en realidad, debería ser todo lo contrario. Cójase cada palabra de la lista anterior, búsquese su antónimo y ahí andará más o menos la definición, o las cualidades al menos, del acto de leer o del acto de escribir una historia. Yo no los voy a buscar. Seguro que en el pasado habría usado el suculento botón derecho del ratón, buscar sinónimos, ¿cuál dejo? ¡NO! Ese no era el camino, no lo era en absoluto, pero ha hecho falta el paso de los años para ir dándome cuenta, aceptarlo, y en un momento que aún no ha llegado, hacerlo mío.
A ver, es innegable que escribir requiere de técnica. No estoy negando la técnica. La mayoría de literatos o escritores con mínimamente algo de fama han estudiado una carrera relacionada, o cursos intensivos, o talleres, o qué se yo. Los famosillos si no tienen mucha idea de escribir, les escribe los libros una persona de dichas características. Es cierto. Pero creo que la técnica es sólo una parte del arte de la escritura, y aún no sé cuánto porcentaje supondrá. Y dudo que alguien o algún estudio por ahí lo sepa. Hay muchos otros factores y cualidades humanas que influyen en el arte de escribir. Una buena predisposición, gusto, pasión, buena aptitud por el lenguaje y la gramática, leer cuanto más mejor, y sobre todo una sensibilidad extrema para captar esos matices de la vida que a la mayoría se les escapa. Esa especie de sexto sentido, que muchos tienen pero que cada uno focaliza en una cosa diferente. Llamadlo alma, espíritu, imaginación, magia, locura o inspiración. En cualquier caso, en ningún caso es razón, pensamiento, argumentación sobre nada. Aunque una buena dosis de razón tampoco es negativa para esto, creo yo, siempre y cuando esté combinada con las anteriores cualidades.

Quizá por encima de todo esto se halle la “cualidad” más importante de todas, y es la necesidad. La necesidad de escribir, y no económica precisamente. Una necesidad existencial, una especie de adicción, que comparte casi la totalidad de la humanidad, pero enfocada a diferentes objetos, o incluso personas: el sexo, el tabaco, la comida, la lectura, los videojuegos, la tecnología por tecnología, el cine, la música, ya sea escuchándola o componiéndola, el flirteo sin más... la necesidad nos lleva constantemente a repetir determinados hábitos, haciéndolos nuestros y convirtiéndolos en nuestros hobbies, abanderando su causa, constituyendo nuestras cartas de juego en esta partida que es la vida. Sinceramente no sé si es mi caso o no. No sé si cuento con esa necesidad de verdad, a largo plazo y de manera habitual. Porque hasta ahora mi relación con el cincel de las palabras ha sido irregular, intermitente, con pequeñas ráfagas impetuosas y enormes periodos de quietud total. Pero una cosa tengo clara, un error del pasado ya limado, o al menos muy desgastado: el arte de escribir, al igual que la lectura de libros molones como afición, no consiste en imposición, en corrección, en imperturbable juicio constante. Consiste en disfrutar en todo momento, aprovecharlo al máximo, como se dice de tantas otras cosas en la vida. Leer un buen libro para ti o ponerte a escribir unas líneas debe ser un acto de disfrute como tantos otros lo son para la juventud (o para la vejez, o incluso para un niño). Un acto de carpe diem. Yo no puedo disfrutar con algo que me recuerda al estudio, a aprenderme algo porque me lo van a preguntar en un examen porque tengo que aprobar porque tengo que sacar una carrera porque es muy bueno hoy en día porque queda muy bonito... No puedo disfrutar analizando la corrección en cada frase, las preciosuras, los adornos, la coherencia, la cohesión... todas esas cosas que nos enseñaron en el colegio como el bien verdadero. Pues bien, creo que el arte también es sentir con el corazón y no pensar con la cabeza, porque la cabeza muchas veces encarcela al corazón, quedándose las mejores palabras en el tintero.

Volveré a repetirlo, porque es lo suficientemente importante como para hacerlo. El arte también es sentir con el corazón y no pensar con la cabeza, porque la cabeza muchas veces encarcela al corazón, quedándose las mejores palabras en el tintero.

Me propongo sentir más con el corazón, y pensar menos con la cabeza.

Además, existe otro hecho innegable: la práctica es fundamental en toda actividad humana. La repetición, el acostumbramiento, el aprendizaje de maneras. Y para practicar es muy importante soltarse. Jamás podría escribir estas líneas, en poco tiempo además, si no fuera por el dejarse llevar, por el dejarse de ataduras y simplemente seguir adelante, un poco mejor o un poco peor, mucho mejor o mucho peor. Porque, al fin y al cabo, ya se mejorará con el tiempo. Pero, si dejo pasar otros dos años hasta la próxima vez que hinque el dedo a la tecla, difícilmente conseguiré mejorar, coger práctica, y menos aún hábito de contar de vez en cuando unas palabras.

No he hablado al citar mi ¿breve? pasado de mis fútiles intentos de escribir un diario. ¿Cuántas personas no han intentado de pequeños, o no tan pequeños, llevar un diario personal? Pero es una tarea ardua y complicada de hacer efectiva, como semillas que se pierden o se lleva el viento, o simplemente se pudren bajo tierra antes de dar su fruto. Para mí ha sido tarea imposible, y no precisamente porque no lo viera una idea la mar de atractiva... Llevar un blog se me antoja igualmente una tarea ardua, más aún cuanto más le exijas a éste. Pero si no le pides peras al olmo, y te limitas a una pequeña parcela, creo que pueden salir cosas mínimamente interesantes de ello.

Y para terminar, quería darte las gracias, Laura, porque sin conocerte ni saber nada de ti, parece que te conozco desde siempre... y sea como fuere, me has ayudado mucho a encontrar inspiración. ¡Me pasaré por tu blog siempre que “pueda”! Y también gracias a ti, peque91, por tu comentario y apoyo. Como he comentado antes, en un momento de mi vida decidí que escribía para ser leído, y saber que alguien me lee es muy reconfortante para mí. De momento esto no llega apenas a una decena de personas, y como retroalimentación sólo se pueden poner comentarios, que, como buena actividad escribana, sé que a la gente le cuesta poner tanto como a mí me cuesta escribir. Pero de verdad, supongo que sobre todo cuando se está empezando y cuesta tantísimo sacar mínimamente adelante una cosa de estas, se agradece muchísimo toda la realimentación y el apoyo posibles. Una muy buena idea sería que propusierais los temas sobre los que podría escribir. Por ejemplo, temas de actualidad, de opinión y de debate, o temas más atemporales sobre los que escribir relatos y contar historias.

Sería muy buena guía en el oscuro túnel de la inmensidad.



No hay comentarios:

Publicar un comentario