viernes, 21 de febrero de 2014

Las máquinas pensantes

Ellos dos no habían sido siempre enemigos. Incluso hubo una época en que se quisieron. Sin embargo, de eso hacía ya como cosa de año y pico, y es que en esto del amor un solo año puede significarlo todo. El caso es que el sentimiento amoroso primero se apagó, para después tornarse en un auténtico infierno: ahora jugaban a hacerse la vida imposible. Se dice que del amor al odio hay un paso, pero es mentira: en realidad, hay un conjunto de pasos, específicos y determinados, tras los cuales la totalidad del cariño que sentías por la otra persona se ha transformado en rabia y desprecio.
Si le preguntáramos a Jorge, o si hiciéramos lo propio con Clara, ninguno de ellos sabría explicarnos el por qué. Y es que en el interior de esas máquinas pensantes que llamamos cerebros no quedaba un rastro de buenos sentimientos hacia el otro. Y claro, cuando el cerebro no siente algo, tampoco puede explicar racionalmente nada sobre ese algo.
Así  que tenemos a Clara y a Jorge, que tantas proclamas hicieran sobre su felicidad en compañía y sobre lo afortunados que eran por tenerse el uno al otro, maquinando todo tipo de argucias para joderse lo más posible. Y no se andan con chiquitas. En ocasiones, involucran a terceras personas en el “juego”. Es curioso como normalmente con dos se bastan y se sobran a la hora de darse arrumacos, pero suelen precisar de terceras y cuartas cabezas cuando de lanzarse al degüello se trata. Y no estamos hablando de un amor de verano - ni de primavera, ni de invierno -. Resulta que Clara y Jorge llevaban saliendo 5 años antes de “dejarlo” definitivamente. Claro que el último fue de aúpa. Podría decirse que ahí comenzó esa transición, esa serie de pasos – ineludibles una vez que se comienzan – que terminaba inevitablemente en el odio, la repulsión y el desprecio activo que busca siempre la manera de hacer alguna putada a la otra persona. Y como podemos imaginar, con toda la información acumulada sobre alguien a lo largo de 5 años de noviazgo se puede llegar a hacer mucho daño. Vídeos innombrables que vieron la luz, lote de destrozos varios en cierto vehículo, desvalijamiento completo de la propiedad intelectual sobre ciertos escritos, utilización de amigos que, sin saberlo, colaboraban en las oscuras intenciones de los implicados… Por poner algunos ejemplos. Una espiral que se retroalimenta y que en un solo año ha fomentado un odio que sus “enamorados” cerebros de hace dos podían siquiera concebir. Y todo esto sin que sus causantes puedan dar una sola causa convincente.
¡Será cabrón! Estoy de este tío hasta las pelotas… Primero me deja, luego se enrolla con la primera que le dice que sí a las dos noches. Y para colmo le ha entrado manía persecutoria conmigo. Te juro que como lo agarre… Pero no, ya no puedo ir de frente. Tendré que jugar sucio como está jugando él. No se va a salir con la suya tan fácilmente. No sabe con quién se ha topado…
O algo del estilo:
No sé cómo pude aguantar 5 años a una puta semejante. Desde luego, a veces me maravillo de mí mismo. Deberían darme un premio o algo así. No se va a cansar de joderme hasta el puñetero fin de sus días. Primero me fríe durante 5 años hasta que se me cae la piel a tiras y no me queda ni un trozo en todo el cuerpo, y ahora que logro apartarla de mi vida, me sigue jodiendo desde la distancia. Es increíble que exista gente así por el mundo…
En resumidas cuentas, lo más cercano a una razón del origen de todo esto que Clara podría darnos es el sempiterno mundo del “Me ha abandonado como a un trasto viejo” o su primo vecino “Siempre estaba con que le agobiaba y quería tiempo para él y sus amiguitos”. En cuanto a Jorge, lo único que podría alegar en estos momentos sería un “Era una tía muy dependiente. Siempre estaba encima de mí y no me dejaba tiempo ni para respirar” o como mucho “Yo la quería, pero es que me dio a elegir entre ella, ella o ella. Era ella o un mundo lleno de vida y posibilidades.”
Si queréis oír mi opinión: pamplinas. Sus máquinas pensantes, también llamadas cerebros, piensan, sienten, recuerdan, anhelan e imaginan, todo a la vez. Y en estos tiempos que corren, casi dos años después de la ruptura y con más de 12 meses buscando la manera de hacer un poquito más de daño al otro, esas máquinas pensantes o cerebros que están en lo alto de sus cabezas son incapaces por completo de reproducir en tiempo real todos aquellos sentimientos de amor que se profesaban al principio, aquellos momentos de tedio que fueron viniendo después, o aquellos arrebatos de odio que supusieron el colofón final a los 5 años de relación. Una canción que sonaba en un disco de vinilo ahora estropeado, y que nuestro mp3 nuevo es incapaz de reproducir. No está grabada en ningún sitio, y el mp3 necesita esos bits de información por algún lado. Mala suerte. Ni Clara ni Jorge tienen ya rastro alguno de esos bits. Y desgraciadamente - ¿desgraciadamente? – no hay nadie más, ningún observador externo – ninguna grabadora que grabara la canción desde la antigua gramola – que pueda reproducir esos antiguos sentimientos, a la par que los actuales, y establecer un análisis completo del cómo se ha podido llegar a esto.
Bueno sí, quizá sí exista ese alguien. Yo, el narrador, el que escribe esta historia con un poder absoluto sobre sus protagonistas. Yo conozco todos los motivos internos que llevaron a Clara y a Jorge a mutar todas y cada una de sus opiniones sobre el otro, desde aquel bonito día de la primavera de 1999 hasta hoy, frío 23 de enero de 2006.  Sin embargo, es posible que yo tampoco lo sepa, y me asusta mucho esa idea. Porque aceptando el hecho de que Clara y Jorge son solo un producto de mi mente – de nuevo, una máquina pensante trabajando sin tregua -, quedaría por resolver cuáles son las razones que le pueden llevar a un chico como yo, en este 7 de septiembre de 2013, a escribir algo así. Y de nuevo, la máquina pensante que descansa sobre mis hombros se queda sin respuesta, quizá arguyendo torpes motivos como un “Estoy muy decepcionado con el amor. Fui muy feliz durante 4 años con una pareja, pero por circunstancias de la vida todo se terminó y no levanto cabeza”, o incluso un “Intento verme reflejado de alguna manera en algún escrito, haciendo del acto de escribir una forma de desahogarme y plasmar en el papel que la situación que me gustaría vivir con esa persona ya no es posible”. Pero no tratemos de engañarnos. Una vez más debo calificarlo de pamplinas. Soy el único espectador completo de mi vida, pero soy un espectador defectuoso. Como Clara y Jorge, soy incapaz de simultanear mi yo de hace 4 años con mi yo de ahora. Estamos simplemente desconectados. Un autor al que si le preguntas por qué escribe cosas que le parecen tan crudas y absurdas no te podrá dar una razón de verdad. Porque no puede ser realmente consciente del cambio al que su cerebro ha ido jugando. Es una pena, porque, aunque exista por ahí algún otro narrador omnisciente de mi vida, que lo sepa todo de mí, y además lo contemple en perspectiva, jamás podrá ponerse en contacto conmigo, al igual que yo no puedo comunicarme con Clara ni con Jorge.
Y es que estas máquinas pensantes nuestras parecen verdaderas máquinas de matar. Letales como nadie: te van induciendo a actuar de determinada manera, dirigiendo tu vida por un camino que se van marcando, para después dejarte sin explicación las muy pérfidas. Y encima, para colmo del retorcimiento, se inventan historias en las que ellas mismas son protagonistas, en las que se hacen una autocrítica voraz – inclusive se tachan hasta de máquinas de matar -, en las que parecen hacer alarde de ser conscientes de todas estas situaciones vitales tan absurdas y que ellas mismas ocasionan, historias que después son leídas por otras máquinas pensantes que recogen el mensaje aceptando la autocrítica para que después, por su propia naturaleza, lo terminen olvidando por profundos surcos del cerebro – discos de vinilo que se rompen -  y, lo más alucinante de todo: historias que terminan con un final en el que las máquinas pensantes se desenmascaran por completo ante ellas mismas, pero ninguna puede hacer nada por cambiar la situación, ni la que escribe ni la que lee. Porque algo se les escapa. Algo se nos escapa. Algo se me escapa.
Al fin y al cabo, ¿por qué coño estoy escribiendo yo algo así?

No hay comentarios:

Publicar un comentario