jueves, 16 de mayo de 2013

Caía un aguacero


Caía un aguacero,
Aquella tarde en que tú y yo volvimos a vernos,
Caía un aguacero,
En aquella tarde, nocturna, de invierno.

Te miré, y entonces me di cuenta,
De que te faltaba la vida para ser feliz,
De que te faltaba la felicidad para estar viva.
Lo supe, lo vi en tus ojos: (por mí) estabas perdida.

Salía ya el sol, se ponía,
Pasaban los meses, las horas, los días,
Pasaba la muerte; pasaba la vida,
La escarcha y el hielo, allá se fundían
Y las gotas caían, los gatos gemían,
Desde tu balcón los pobres perdían,
Seis de sus siete vidas.

Los años trocaban en siglos,
Los siglos, en instantes hastíos,
Jugando pasaban los niños,
Se tiraban pelotas y discos...
Hablaban, chillaban, gritaban, se juraban cariño,
¡Qué hermosa infancia ignorante,
Destas desdichas sombrías!

Mas no finjas, amor mío, no finjas,
Que tú y yo bien sabemos, los dos,
Que te perdías por mí, que ¡aún! te pierdes,
Que nada han cambiado los cielos,
Que sigue lloviendo lo mismo,
Que aquellos amores viejos
No cambian, ¡esto yo te confío!

Las nieves, ¿dónde están?
Aquellas que me helaban las palabras
Han desaparecido, y en su lugar ha nacido
El fuego caluroso, ¡el calor fogoso!
La cara me abrasa, ¡el alma me aviva!
Pero mira hacia arriba, preciosa:
La lluvia no cesa, sea invierno o estío,
Haga calor o frío.

Cae un aguacero,
En este día presente y sincero,
Cae un aguacero,
Pero ahora sé que puedo decirte: ¡te quiero!

Poesía. Estructura propia. Primavera 2006.

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