Las brumas crecen. Las brumas crecen a mí alrededor, y me
siento cada vez más pesado. Dudo que mi cuerpo pueda soportar mi peso. No
distingo siquiera ya los danzarines cabellos que, hasta hace muy poco, atisbaba
ondulando y entrelazándose unos con otros. ¡Dios mío!, pienso aterrado por unos
momentos. ¿Será que ya no están? ¿Será que han decidido irse las dulces
princesitas que antes me acompañaban, aunque fuera en la triste lejanía? ¡Qué
más da!, me rebato casi de inmediato. En definitiva, no puedo verlas. Que estén
ahí o hayan decidido hacer mutis, es lo de menos. Se esfumó el deleite de su
contemplación. Hace unos instantes, al menos, entre nieblas, podía entrever
algo de lo que hacía poco más de tiempo distinguía nítidamente. Pero ahora
nada. Bueno sí, nieblas grisáceas, color humo chimenea, subiendo y bajando,
describiendo espiralitas, burlándose de mis ojos, pasan y pasan; impávido yo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario