jueves, 13 de octubre de 2011

La felicidad


     La felicidad. Amargo compañero, fruto atragantado en el camino, flor de viejos tiempos hoy marchita, acabada, pisoteada, y olvidada su belleza por mi parte, hoy voy a contarte lo que es la felicidad. Te voy a rebatir ese concepto, acuñado a conveniencia, como todo lo que tienes, lo que anhelas, lo que quieres. Todo lo transformas a tu gusto, lo ves como te parece. Pero no. No te lo permito con un tesoro de este calibre, reluciente en el fondo del océano. Déjame explicarte, en qué consiste ser feliz.

     Felicidad, prescindamos ya del artículo, no es necesario, sobra, huelga cuando ya es de nuestra familia, convive entre nosotros, muy cerca o tremendamente lejos, pero entre nosotros. Felicidad, pues, eso piensas que tú tienes, querido amigo. Tú piensas que eres feliz. Pero, ¿en qué te basas para afirmarlo? Dices que has cumplido tus objetivos, ¿no es eso cierto? Te preguntaría qué objetivos, qué metas has alcanzado, pero me responderás con joyería barata, qué digo joyería, con bisutería de la peor calidad, y no estoy dispuesto a escucharte. Hoy te toca escuchar a ti, y a mí hablar, así que déjame que te cuente la verdad. Una persona tiene anhelos, deseos, emociones, apetitos, de toda índole y de toda condición. Pero una vez cumplidos, uno por uno, esos anhelos virtuales, se acaba, se termina. Ya todo es pasar, acabar, finalizar, abocar. Abocar al éxito, a la alegría, a la comodidad, al júbilo, al regocijo, a la satisfacción, sí. Abocar a la dicha. Pero abocar, al fin y al cabo, amigo mío. Y abocar es terminar, cercarte la existencia, aproximarse abruptamente al acantilado, de cuyos extremos pende el vacío, infinito o diminuto, es lo mismo, pero vacío. Cuando doblas la esquina de la gran avenida y te metes en un callejón oscuro, seguramente sin salida. ¿Y dices que eso es felicidad? Pobre infeliz. Pero no te culpo. Es decir, no te culpo por tu error, por tu omisión; te culpo por tu actitud, por tu cambio de actitud, por la mutación de tus acciones últimamente. En tan poco tiempo. Antes no eras feliz y ahora lo eres, ¿no es cierto? ¿Y si fuera al revés? ¿Y si antes lo eras, cuando creías que no era así, y ahora no lo eres, cuando estás convencido de que por fin alcanzaste la felicidad?

     ¿Piensas que esto es una locura? Piénsalo, pero te aseguro que si realmente has cumplido tus supuestos “objetivos”, estás ya “terminado”. Suena cruel y despiadado, pero es la verdad. “Terminado” significa completo, logrado, concluido, consumado. Todas palabras sinónimas. Pero no nos dejemos llevar por las trampas minuciosas e inadvertidas del perverso lenguaje, y pensemos en el acantilado, y también en la esquina. ¿Qué te espera tras el borde rocoso, o tras la pared de ladrillo? Desde luego, no creo que el paraíso. El paraíso no le esconden, está bien a la vista, en la avenida principal, para que le podamos ver bien y encontrarle fácilmente, eso es algo seguro, pero nuestra estupidez e inoperancia nos lo impide, de alguna manera que aún está por determinar.

     Seguramente pienses que tengo envidia. Yo, en cambio, te diré, que no estamos hablando ahora de mí. ¿Y qué si la tuviera? ¿Acaso cambiaría eso en algo lo que aquí trato de enseñarte? Por supuesto que no. Con todo y con eso, te diré que lo único que podrías echarme en cara es el hecho de que si yo aspiro a lo mismo que tú, entonces por qué te condeno a ti. Realmente, si te estás equivocando en tu proceder y en tus pensamientos, no hay motivo para que no lo haga, independientemente de que yo también pierda el norte de la felicidad. Aún así te daré una diferencia. Yo busco, lo que tú dices ya haber encontrado; yo deseo, lo que tú dices ya poseer; por tanto, tengo mis cuatro pilares aún en pie, intactos: el deseo, la ilusión, el amor, la felicidad. Me temo que los tuyos se empezaron ya a tambalear, y resquebrajar, peligrando ya los cimientos del edificio. Y te pregunto, ¿quién querría cambiar su casa, por pobre que ésta sea, por otra que se está viniendo abajo?

     El deseo es el potencial, la fuente, el generador de nuestra felicidad, amigo del alma, y cuando ese deseo se apaga, se apaga la ilusión, y se apaga la esperanza, se apaga a continuación el amor, hasta que se apaga la felicidad, en última instancia. Este proceso puede demorarse un tiempo considerable, no te lo voy a negar. Sin embargo, claro está que el tiempo cae totalmente derrotado por conceptos de una fuerza tan sobrenatural como el deseo, la ilusión, el amor, o la felicidad. Por tanto, no es comparable. Aunque trates de aguantar tiempo y tiempo con tu situación actual, la que tú consideras “ideal”, pasará el tiempo suficiente para que la terminación finalmente se consuma. Entonces quedará demostrado, que nada, ni siquiera esa pseudofelicidad - bauticemos así a tu sensación de éxito - que crees sentir, y que realmente sientes, gracias a la consecución de tus propósitos, a que vives tu vida como querías vivirla, a que “no puedes pedir nada más”, podrá vencer jamás al deseo, a la ilusión, al amor, a la felicidad. Sólo en ese momento te darás cuenta de que todo ese tiempo fue desperdiciado, que no buscaste la felicidad, porque pensaste que ya la tenías, que no viviste la vida, porque pensabas que ya la estabas viviendo.

     Será sólo cuando llegue ese momento, cuando descubras que has vivido en vano.

2 comentarios:

  1. Algunas culturas orientales afirmaban que, la felicidad está en el camino y no en la meta. Con esto se entiende mucho mejor. No puedo estar más de acuerdo, si logras tus objetivos, proponte otros y persíguelos

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  2. Buen apunte, aunque no creo que sea sólo de culturas orientales... y supongo que lo seguirán afirmando, jeje.

    De todas formas, esta historia es un Relato, como puedes ver por las etiquetas que lleva al final. Todo lo que publique como Relatos, son eso, historias inventadas con la finalidad de entretener. Puede que no sea fácil de seguir para mucha gente, simplemente porque a veces soy un poco enrevesado, pero eso ya forma parte de mi estilo... Con esto quiero decirte que para mí es tan importante el contenido como la forma en este tipo de escritos, más aún, con lo que yo me identifico realmente es con su forma, con su estilo, con su manera de decir las cosas, y no tanto con su contenido. Ten en cuenta que se trata de un narrador hablando sobre la Felicidad, pero yo no soy ese narrador, yo sólo hago hablar a ese narrador.

    Esa diferencia es muy importante. Eso distingue un discurso de un Relato; eso distingue una opinión de una historia. En definitiva, frases vs sentimientos...

    Muchas gracias por tu comentario, Pablo!! Y a ver si la gente se va animando a escribir algo, que si no, uno de mis objetivos, el de estimular el espíritu creador de la gente, se verá fracasado por completo...

    ¿Nadie siente las palabras de este Relato hundiéndose lentamente en su piel, como dagas frías en una noche de verano?

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